Jesús y la tentación – San Mateo 4:1-11
La Biblia cuenta cómo Jesús se enfrentó al diablo en el desierto. Esto nos muestra su conexión con nosotros. En el Evangelio de San Mateo, capítulo 4, Jesús es llevado por el Espíritu al desierto. Allí, enfrenta las tentaciones del diablo.
Este relato nos hace reflexionar sobre nuestra debilidad. Nos enseña que Jesús, el Hijo de Dios, también tuvo que luchar. Usó la Palabra de Dios para vencer al pecado y la tentación.
La llegada de Jesús al desierto
Según el relato bíblico, Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado. Este evento contrasta con su bautismo en el Jordán. Mostraba la tentación que enfrentaría. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, Jesús se sentía muy débil.
Esto lo hacía más vulnerable a las debilidades humanas y a los impulsos irresistibles del diablo. El diablo intentaría aprovechar esta debilidad.
Esta prueba en el desierto recuerda a las experiencias de Moisés y Elías. Pero a diferencia de ellos, Jesús triunfará donde Israel había fracasado. La tentación sería una prueba para Jesús. Le daría la oportunidad de mostrar su verdadera identidad y poder.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.» (Mateo 4:1)
1- la Tentación de la concupiscencia de la carne
Cuando Jesús estaba en el desierto, El tentador le hizo una oferta. Le dijo: «Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras sean pan». Esta tentación quería que Jesús usara sus poderes para satisfacer sus deseos de la carne por sí mismo.
Jesús, sin embargo, citó las Escrituras. Dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Así, Jesús mostró que la Palabra de Dios era más importante que cualquier necesidad física.
Esta primera tentación muestra cómo el diablo usa nuestras debilidades y apetitos para tentarnos. Pero Jesús nos enseña que, con la Palabra de Dios, podemos resistir las tentaciones más fuertes. Así, podemos mantener nuestra devoción y obediencia a Él.
«No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». (Mateo 4:4)
2- Tentación: apelación al orgullo de la vida
El diablo lleva a Jesús al pináculo del Templo. Le dice: «Si eres el Hijo de Dios, échate abajo» (Lucas 4:9). Satanás quiere que Jesús demuestre su poder y divinidad de manera espectacular.
Jesús cita las Escrituras: «No tentarás al Señor tu Dios» (Lucas 4:12). Se niega a hacer algo solo para impresionar. Él sabe que su identidad y misión son más importantes que la aprobación de los demás.
Al rechazar la tentación, Jesús demuestra su confianza en Dios. Él no se deja llevar por el orgullo ni la vanidad. Su fuerza proviene de su relación con el Padre, no de buscar aprobación.
La tentación del poder y la gloria mundana
En la tercera tentación, el diablo lleva a Jesús a un monte alto. Le muestra todos los reinos del mundo y su gloria. Le ofrece estos si Jesús se postra y lo adora. Esta es una tentación del poder y la gloria del mundo.
Jesús vuelve a responder con la Escritura. Dice: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás». Así rechaza la idolatría y el culto a Satanás.
A lo largo de la historia, la tentación del poder y la gloria del mundo, ha sido un asalto persistente. Figuras bíblicas como Job, José y Daniel enfrentaron esta prueba. Mantuvieron su fe en Dios.
Incluso el apóstol Pablo se vio confrontado con múltiples adversidades y tentaciones. Esta fue en su misión de predicar el evangelio.
La Biblia advierte sobre los peligros de la ambición, la avaricia y la idolatría del mundo. En 2 Tesalonicenses 2:9-12 «Se habla de personas que no aman la verdad y son guiadas por un espíritu de engaño para creer en la mentira.»
De igual manera, en Romanos 1:25 se menciona cómo la verdad de Dios puede ser cambiada por una mentira. Esto se relaciona con desviaciones doctrinales actuales.
«Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.»
La tentación del poder y la gloria mund es un asalto persistente al corazón humano. Requiere una respuesta firme en la fe y la obediencia a Dios. Jesús nos muestra el camino, rechazando la idolatría y manteniendo su lealtad al Señor.
Lo Prohibido se vuelve Tentador
Satanás presenta a Jesús su última tentación. Promete darle todos los reinos del mundo y su gloria. Esta tentación busca despertar el deseo prohibido de poder y gloria.
Jesús, sin embargo, rechaza esta oferta. Le dice a Satanás que solo servirá a Dios. Así, Jesús muestra su lealtad a Dios Padre, sin caer en la idolatría.
Satanás busca tentar a Jesús con la ambición de poder. Pero Jesús se niega a buscar poder terrenal. Mantuvo su lealtad al Reino de Dios.
Esta tentación es un intento de quebrantar la fidelidad de Jesús a Dios. Pero Jesús, con su sabiduría y fuerza espiritual, triunfa. Muestra que el mundo no puede apartarlo de su misión divina.
Después de rechazar la tentación en sus tres intentos, Satanás se fue. Este momento marcó el fin de la prueba a la que fue sometido el Hijo de Dios en el desierto. La victoria de Jesús sobre las artimañas del maligno quedó así sellada, reafirmando su fidelidad y rechazo a ceder ante los deseos mundanos.
Con Satanás alejado, los ángeles llegaron para servir a Jesús. Este gesto divino simboliza el cuidado y el apoyo que Dios brinda a quienes permanecen firmes en su servicio divino. La presencia celestial renueva las fuerzas de Jesús, preparándolo para continuar su misión de redención.
Tras los repetidos rechazos de Jesús a sus tentaciones, Satanás no tuvo más remedio que retirarse vencido. La Palabra de Dios, esgrimida con firmeza por el Hijo, había sido un muro infranqueable para las artimañas del maligno. La tentación había fracasado en su intento de apartar a Jesús de la voluntad del Padre.
La tentación ha llegado a su fin, y Jesús ha demostrado su inquebrantable determinación de permanecer en la voluntad de su Padre celestial. Ahora, rodeado del cuidado divino, está listo para emprender la siguiente etapa de su misión de salvación.
Conclusión
La experiencia de Jesús en el desierto nos enseña que es posible resistir la tentación confiando en la Palabra de Dios y siguiendo Su voluntad. Su victoria nos inspira a enfrentar nuestras propias tentaciones con determinación, confiando en que Dios nos dará fortaleza.
Debemos estar atentos, resistir el pecado y aferrarnos a la Palabra de Dios, sabiendo que Él nos guiará. La victoria de Jesús nos motiva a crecer en nuestra fe y perseverar en la lucha contra el pecado, con la confianza de que Dios está con nosotros.
Dios les bendiga!